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Migrar Photo (Chile)

Paro por la Dignidad

 

El rumor recorrió el centro y se extendió por la ciudad. “Van a sacar los milicos de nuevo”, se escuchó por todos lados. La jornada estaba violenta, los enfrentamientos con la policía crecían y la idea tomó aún más fuerza cuando los medios comunicación comenzaron a informar que desde la presidencia los habían citado para una conferencia de prensa en La Moneda, en horario estelar.

 

Los minutos pasaban y el presidente aún no se asomaba, ya eran más de las diez. La incertidumbre crecía y por Whastapp las familias intentaban ubicarse, en el centro las barricadas ardían y Fuerzas Especiales desplegaba toda su maquinaria con la intención de recuperar el orden público que se había perdido desde temprano, cuando se inició la jornada de paro general convocada por 129 organizaciones sindicales, políticas y sociales.

 

Así, a pocos días de que se cumpla un mes desde que estalló el conflicto social, luego de las protestas más masivas desde el fin de la dictadura y más de dos semanas de asambleas, cabildos y reuniones organizadas por la Mesa de Unidad Social y otras organizaciones autoconvocadas, la calle encontró sus demandas y el día se tiñó por completo bajo el grito de una nueva constitución, pero no cualquier constitución, una redactada bajo una asamblea constituyente, lejos del Congreso, donde se cocinan a diario las leyes que hoy la movilización pretende superar.

 

Respondiendo al emplazamiento, el Presidente se subió al estrado pasada las diez y media, pero de manera fantasmagórica repitió lo que ya todo el mundo conoce y no anunció nada nuevo de lo que su ministro del Interior, Gonzalo Blumel, había comentado el domingo por la noche, cuando afirmó que el gobierno abriría un proceso para crear una nueva constitución, desde el Congreso, descartando el mecanismo de la asamblea.

 

Esa noche, Blumel no entregó más detalles, hoy el presidente tampoco. Es decir, dos días y ni un avance, mientras la calle marca el pulso y le raya la cancha. Desde el otro lado, la oposición recogió el guante y después de dos años de inoperancia política, emplazó al gobierno a generar los mecanismos necesarios para convocar a una constituyente, la misma que la Concertación no fue capaz de organizar durante cinco periodos presidenciales.

 

De esta forma, el estallido se mantiene vivo y el oficialismo deja atrás una nueva jornada de fracasos, sin respuestas políticas, ni orden, mientras ve frente a sus ojos como se abre una nueva etapa dentro del conflicto social: un proceso constituyente que nació desde la calle y que no pretende que se desarrolle sin ella.